miércoles, 11 de febrero de 2009

Holland Sarah - El amor está en juego (EXTRACTOS)

—Porque al principio pensé que eras una conquista excitante con la cual divertirme —Randal reía—. Pero después de tu actuación de ayer, me di cuenta que eres lo que he estado buscado en una esposa.
—¿Quieres decir que te casas conmigo porque…?
—En público eres una dama, pero una zorra en la cama.
Lucy caminó hacia él, sus ojos echaban chispas, y mientras su mano lo golpeaba en la cara, el corazón le saltó de emoción. El le agarró las manos y la miró con burla.
—¡Pero con qué facilidad te enojas! ¿No te gusta oír la verdad? Eso es lo que eres, Lucy. Lo demostraste ayer. Pude haberte poseído, ¿no? Y te aseguro que no habrías puesto mucha resistencia.
—¡Mentiroso! —Lucy trató de soltarse—. No te escucharé…
—¡Prácticamente me arrancaste la ropa! —dijo sarcástico.
—¡Tú me obligaste a hacerlo! —la cara de ella ardía por la humillación—. ¡Tú me obligaste!
—Harías palidecer a un caballo. O debo decir… ¿a una mujerzuela?
De alguna manera Lucy logró soltarse y volvió a golpearlo. Los dientes de Randal rechinaron y la atrajo con fuerza hacia él.
—¡No vuelvas a golpearme, pequeña zorra, o te subiré a la cama de inmediato para probar lo que te digo, dándote lo que es obvio que ¡quieres!
Lucy estaba ciega por el odio. Pero las palabras de él la aterrorizaron y se controló. Por un momento se miraron en silencio.
—Sé buena chica y dime cuál es tu respuesta. ¿Te casarás conmigo y serás mi amante, o dejaré que tu padre se hunda?
—¿Ni siquiera tengo tiempo para pensarlo?
—No. Tienes que contestarme ahora y cumplirlo. Si no aceptas dejaré que tú y tu padre se vayan por un caño.
—¡Estoy enamorada de Edward! ¿Eso no significa nada para ti?
—Ayer decías estar enamorada de él y eso no impidió que disfrutaras en la cama conmigo.
Lucy cerró los ojos y se odió a sí misma. No le quedaba otra opción. Tenía que aceptar.
—¿Bien? ¿Cuál es tu respuesta? ¿Sí o no?
—¡Sí, maldito seas! Sabes que no tengo otro camino. ¡Me casaré contigo! ¿Qué otra cosa puedo hacer?
—¿Qué le dirás a Edward? —preguntó él con una sonrisa de satisfacción.
—¡No te rías de mí, cerdo! ¿No te basta con que haya aceptado casarme contigo?
—No. Te dije que iba a deleitarme con mi victoria cuando ésta llegara.
Lucy se estremeció y empezó a sentir un latido traicionero. ¿Cómo podía excitarla de ese modo un hombre tan cruel?
—Y ahora es tiempo de ponerte mi marca. Tenemos una cita para escoger la argolla de compromiso. ¿Nos vamos?
—¡Estabas muy seguro que diría que sí!
—Sí, muy seguro —Randal rió—. Después de todo estoy salvando a tu familia de la ruina.
—Sólo por un tiempo. Mi padre ya no tiene dinero para vivir. Aunque acepte casarme contigo, ¿qué hará él? Nunca ha trabajado, no puede conseguir un trabajo y…
—Eso déjamelo a mí. Tengo un plan en mente para tu padre.
—¿Sí?
—Por supuesto. Quiero que tu padre me regrese lo mío. Veinte mil libras no es cualquier cosa. Además, es tiempo que tu padre aprenda que el dinero no se da en los árboles. Le conseguiré un empleo y haré que me pague cada penique.

—¿Entonces no regresarás hasta tarde? —preguntó Lucy con delicadeza. Pensó que podría aprovechar la oportunidad para enfrentarse a Edward.
Hubo un silencio tenso, en el que él la miraba con los ojos entrecerrados.
—Yo… sólo quería saber a qué hora debo esperarte —su tono no fue convincente y bajó la mirada sonrojándose.
—¡Lo que quieres es hacerle una visita a Edward Blair en su apartamento de Park Lane!
—¡Por supuesto que no!
—No puedes esperar, ¿verdad? —Randal se acercó a ella—. ¡No has podido dejar de pensar en él desde que se fue con todo el dinero de tu padre y te dejó!
—¡No quiero hablar de Edward contigo! —Lucy levantó la barbilla.
—Apenas tenemos cinco minutos en Inglaterra y ya estamos hablando de eso… —Randal la agarró de los hombros.
—¡Randal, me estás lastimando!
—Bien. Eso es lo que quiero. Y es obvio que tú también. Blair es un cerdo; todo lo que ha hecho es lastimarte, ¡y tú no puedes mantener tu estúpida mente lejos de él! Bien, no te preocupes querida, esta noche seré un bastardo para ti.
—¡No, no…! —ella lo interrumpió al ver la furia en sus ojos.
—¡Insisto! —la mano de Randal desgarró el frente de su vestido y los ojos le relampagueaban—. ¡Sólo para ti!
—¡Oh, Dios…! —murmuró ella jadeante. La sangre corría con un deseo intolerable cuando sintió la mirada de Randal sobre su cuerpo.
—Oh, sí, sabía que iba a gustarte —le dijo él al oído y la empujó para recostarla en la cama—. Si es un bastardo lo que quieres, un bastardo es lo que tendrás esta noche. ¡Con placer!
Lucy cayó en la cama con un grito y él le arrancó el vestido del cuerpo, sus manos se movían castigadoras sobre ella, haciéndola gemir y empujarlo por los hombros cuando terminaba de desvestirla. La cara de él era una máscara de odio y deseo.
El no se desnudó, sólo hizo su ropa a un lado y la poseyó con brutalidad, lastimándole la delicada piel cuando le acariciaba los senos y el trasero, y para su eterna humillación, Lucy reaccionó con salvaje éxtasis, pronunciando el nombre de él con voz ronca.
—¡Oh, Dios…! Randal… Randal —su voz era delirante.
—Esto es todo lo que entiendes, ¿no? —exclamó Randal al tiempo que la penetraba con crueldad, lastimándola con las manos—. Es la única manera de entenderse contigo…
—Sí… Te quiero… —Lucy levantó las caderas, besándolo.
El produjo un sonido gutural, al sacudirse contra ella en un placer torturante. Cuando estuvo satisfecho, se separó de Lucy, con las facciones duras.
—¿Randal…? —Lucy se acercó a él, quería sentir esa cálida intimidad que los unía siempre después de hacer el amor.
—Quería herirte —Randal habló cortante mientras se acomodaba la ropa y salía de la cama—. Pero parece que no puedo hacerlo haciéndote el amor. Te gusta demasiado, ¿no es así, mi pequeña y hermosa zorra?
—¡Deja de llamarme así!
—¿Y por qué no? Eso es lo que eres. Te casaste conmigo por dinero y sexo; pero amas a otro hombre, a un ladrón, un tramposo y timador —Randal rió con ojos barbáricos—. ¡Si no me parecieras tan excitante, ya te habría estrangulado! Empiezo a desear no haberme casado contigo, pequeña infiel… —se interrumpió de repente.
Hubo silencio. Se miraban uno al otro y Lucy estaba blanca de dolor al ver el alcance de su odio.
—No sé cómo puedes hacerme esas acusaciones —susurró ella—. Tú te casaste conmigo por sexo. Todo fue idea tuya.
—Sí, y si no hubiera insistido habrías sido feliz al quedarte con Blair, ¿no? —sus ojos tenían un brillo salvaje—. ¿No es así?
—¡El siempre estuvo allí! —contestó Lucy a la defensiva.
—¡Y ahora soy yo el que siempre está allí! —exclamó Randal inclinándose hacia ella—. Tómalo en cuenta, Lucy. No me colmes la paciencia. Ahora quiero lastimarte. ¡No me tomará mucho quererte matar! —dio media vuelta y salió de la habitación.
Lucy permaneció despierta durante horas. Ese arranque la intrigaba mucho. ¿De verdad la odiaba tanto? Los ojos se le llenaron de lágrimas. Eran las dos de la mañana cuando Randal regresó a la habitación. Lucy estaba acostada en la oscuridad y lo escuchó desvestirse, ir al baño a lavarse la cara y luego se acostó a su lado dándole la espalda; luego se quedó dormido. Olía a whisky.
El dolor la invadió. El estuvo bebiendo, incapaz de comprender por qué se casó con ella. Cuando Lucy despertó a la mañana siguiente, Randal ya se había ido.

—Pues entonces estás complacido. Porque eso es lo que le dije. Mis sentimientos por Edward y mis conversaciones privadas con él no son de tu incumbencia.
En ese momento traspasaban la entrada de Mallory.
—¿Sentimientos por él? ¿O sea que todavía sientes algo por ese gusano?
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no es asunto tuyo?
—¡Sí es asunto mío!, ¡maldita sea! —Randal frenó frente á la casa—. ¡Tengo derecho a saber qué sientes por el hombre que ha sido mi rival desde el primer día!
—¡Pensé que no te importaba si lo amaba! —Lucy salió del auto antes que él pudiera detenerla.
Corrió por el vestíbulo y se encontró a la señora Travers, quien pareció sorprenderse. Un segundo después, se escucharon los pasos de Randal que la seguía.
—¡Lucy!, ¡Ven aquí de inmediato!
Sin aliento entró en la habitación principal y cerró la puerta con llave, apoyándose en ella y esperando escuchar a Randal golpearla. Pero no lo hizo. Lucy esperó un momento y se dio cuenta que no iba a molestarse en hacerlo. De pronto, el librero de la pared se abrió como puerta. Randal entró y Lucy se dio cuenta que ese era el pasadizo secreto del que un día le habló.
—¡Debí imaginar que le harías honor al nombre Mallory! Secretos, subterfugios y…
—Dado que acabo de poner la fuerza de la ley sobre tu amante ladrón, creo que esa acusación es impropia.
—¿Cuántas veces tengo que repetírtelo? Edward nunca fue mi amante.
—¡Pero te hubiera gustado que lo fuera! —Randal cerró el pasadizo y avanzó hacia ella.
—¿Y qué importa lo que sienta por Edward? Ahora tú eres mi esposo y mi amante. Me compraste, pagaste por mí y puedes hacer lo que quieras conmigo.
—¡Creo que no! ¡No puedo hacer que me digas lo que hay en tu cabeza!
—¡Aléjate de mí! —Lucy caminó hacia atrás—. ¡A ti no te importan un comino mis sentimientos! Todo lo que quieres es llevarme a la cama cuando estás de humor —su voz se quebró y las lágrimas asomaron por sus ojos—. Y ya ni siquiera quieres eso, ¿verdad? ¡Te aburriste de mí! Estás cansado de mí y…
—¡No estoy cansado de hacerte el amor, pequeña zorra! ¡Estoy cansado de oírte hablar del amor de adolescente que sientes por ese cerdo! —la agarró por los hombros—. ¡Quiero saber qué sucedió exactamente entre Edward y tú! Dímelo o…
—¡Ya lo sabes! —Lucy trató de liberarse—. Estabas allí, ¿no? Oíste lo que dijo Edward, lo que dijo mi padre. ¿Qué más necesitas saber?
Por un momento Randal se quedó en silencio. Se miraron a los ojos. Lucy sentía sus dedos enterrándosele en los hombros.
—¿Aún lo amas?
Lucy se sonrojó y bajó la mirada, temerosa de revelar demasiado.
—¡Contéstame! —la sacudió—. ¿Todavía amas a Blair?
—¡Déjame ir! —gritó ella cuando volvió a sacudirla.
—¡No hasta que me contestes! —siguió sacudiéndola con más fuerza hasta que algo dentro de ella no pudo soportar más.
—¡No! —Lucy susurró con amargura y las lágrimas nublaron su vista—. Ya no amo a Edward —de repente su furia desapareció al ver que las facciones de él se tensaron y el corazón le dio un vuelco al ver la pasión en sus ojos—. Yo… ya no amo a Edward.
—¿Cuándo dejaste de amarlo?
—No… no lo recuerdo.
—¡Voy a sacudirte hasta que se te caiga la cabeza, Lucy!, así que, ¡contéstame! ¿Cuándo dejaste de amar a Edward?
—En… —sentía que tenía la lengua amarrada—. En… Roma.
—Sé más específica. Lucy se sonrojó y bajó la mirada. Una enorme mano se movió hacia su mentón y la hizo levantar el rostro.
—¡Dime! Quiero saber el momento exacto, Lucy.
—No quiero decírtelo, Randal —Lucy susurró temblando—. Por favor… no me hagas…
La mano de él le apretó más la barbilla y su voz se volvió extrañamente ronca.
—¿Por qué no quieres decírmelo, Lucy?… ¿Fue al principio o al final de nuestra luna de miel?
—Al principio…
—Al principio. Ya veo —los ojos y la voz de él eran intensos—. ¿Podrías especificar más? ¿El primer día?, ¿el segundo?
Lucy cerró los ojos.
—¡Contéstame, Lucy! —ordenó él con suavidad.
—Fue… fue gradual… No me había dado cuenta que dejé de amarlo hasta el tercer día. Pero… pero el proceso empezó desde antes.
—¿En nuestra noche de bodas? ¿Allí empezó el procesó?
Con un grito de humillación, Lucy se apartó de él y se llevó las manos a la cara.
—¡Lucy…! —Randal la sostuvo por los hombros.
—¡No! —exclamó ella con lágrimas en los ojos—. ¡No permitiré que te regocijes con tu triunfo! Ahora ya lo sabes ¿No es suficiente?
—¿Saber qué? —puso una mano sobre el cuello de ella y la atrajo a su pecho—. Dime, Lucy. Dímelo…
—¿Por qué no lo dices tú mismo, cerdo? —susurró Lucy contra el pecho musculoso—. Ya debes saber cómo me siento. ¡Ganaste! —levantó la cabeza—. La primera vez que nos vimos dijiste que me cazarías, que no importaría el tiempo que te tomara, y que después me matarías. Bien, pues ya está, ¿no? La muerte metafórica tuvo lugar hace tiempo, Randal. Me enamoré de ti en nuestra noche de bodas y te odio por eso… te odio…
—¡Me amas…! —la miró con pasión—. ¡Dilo otra vez!
—¡No, no volveré a decirlo! Ya tuviste tu caza, Randal; ¿no hay ya suficiente sangre en tu boca?
—Nunca habrá suficiente sangre en el corazón, Lucy, y nunca podré oír lo mucho que me amas. Esperé demasiado para oír esto. Creo que necesito escucharlo toda la noche… todo mañana… por el resto de mi vida…
—¿Qué…? —lo miró incrédula.
—Me enamoré de ti desde hace meses —repuso Randal conteniendo el aliento—. Mucho antes de pedirte que te casaras conmigo.
Lucy sintió como si fuera a desmayarse por la sorpresa.
—No… no lo creo…
—Al principio sólo te deseaba. Eras tan hermosa y toda una dama; por completo inconsciente de tu increíble sex appeal. Cuando te hablé, fuiste amable y educada. Pero cuando te besé, te volviste una arpía con ojos verdes y temperamento de gata salvaje —rió—. Siempre quería provocarte. Hasta quería que me golpearas. Cualquier cosa con tal de ver la pasión en tu rostro.
Lucy se le quedó viendo incrédula y con la boca abierta.
—Cuando te compré ese perfume sabía que lo ibas a tirar, y me encantaba imaginarte haciéndolo; furiosa, llena de coraje.
—Me dijiste cosas horribles… —Lucy no podía creerle.
—Sí. Quería provocarte. No podía resistirme. Pasaba horas pensando las cosas más escandalosas que podía decirte. Tus reacciones eran más excitantes de lo que esperaba.
—Dijiste que algún día sería tu amante. No me digas que no era eso lo que en realidad querías.
—No era todo lo que quería —sonrió—. Pero por supuesto era lo primero en la lista. Y te pusiste roja y me miraste con esos ojos, ¡mi amor! Mi presión sanguínea se elevó al techo. Me fui a casa en una agonía de excitación y planeé mi siguiente encuentro contigo.
—¿Todo era planeado? ¿No por impulso?
—El primer minuto que te vi supe que eras virgen —repuso él con suavidad y le puso una mano en la mejilla, cuando ella se sonrojó y apartó la mirada—. Más bien lo sospechaba. Parecía como si tu cabeza y tu cuerpo no estuvieran unidos. Sabía que me tomaría mucho tiempo llevarte a la cama y te quería tanto, que estaba dispuesto a trabajar como un loco hasta lograrlo.
—Sigue… —susurró ella, al tiempo que le echaba los brazos al cuello—. Empiezo a creerte.
—Caí desde la primera vez que te vi. Nunca había sentido una atracción y excitación tan poderosas. Te vi aquella noche en el casino y me imaginaba besándote, desvistiéndote, haciéndote el amor… ¡Dios mío!, no sé cómo pude controlarme. Creo que fue porque me di cuenta que no tenías la menor idea de lo que pasaba por mi mente.
—Empecé a sospecharlo cuando te sentaste junto a mí, viéndome con esa expresión extraña.
—Me preguntaba qué tan lejos podría llegar antes de que te dieras cuenta y me abofetearas —dijo él con una sonrisa cínica.
—Ese beso fue fantástico, Randal —Lucy también sonrió—. Duré días odiándote porque sabía que quería que lo volvieras a hacer y me odiaba a mí misma por eso.
—Tu inocencia era la única barrera que existía entre nosotros. Me ahogaba en excitación cuando te besé por primera vez y luego te transformaste en una gata salvaje. Y estuve casi atrapado cuando saliste corriendo. La siguiente vez que te vi, estaba aún más excitado. La tercera vez… —hizo una pausa y la miró—. Estaba enamorado por completo de ti.
—Randal… ¿me estás diciendo la verdad? No podría soportarlo si se tratara de otro juego hiriente…
—Mi amor, la tercera vez que te vi estaba obsesionado contigo. Puedo recordar todas las cosas que te dije, de cómo no pararía hasta tenerte; mas cuando me fui, me percaté que todo era verdad. Que cada palabra que había pronunciado la había dicho en serio. Me detuve frente al casino y salí del auto, alarmado por lo que me sucedía. Entonces fue cuando caí en la cuenta de que estaba enamorado de ti.
—No puedo creerlo… —susurró temerosa de hacerse ilusiones.
—Me detuve en la entrada un momento. Vi mi nombre arriba de la puerta y pensé: Lucy Marlborough. Luego nos imaginé viviendo en Mallory, nuestros hijos jugando en el jardín, y me dije: allí está. Ella es.
—¡Cariño…!
El la besó de manera profunda y el amor que intercambiaron era diferente a cualquier otra cosa que ella hubiera experimentado.
—Me dijiste que tenías un novio —continuó él contra su boca—, y debería haberme sentido desalentado, pero siendo un cerdo arrogante, me convencí que en realidad no me importaba. Estaba seguro de poder romper cualquier relación que tuvieras con él. Era obvio que no te había hecho el amor o propuesto matrimonio; por lo tanto podías dejarlo cuando yo hiciera que te enamoraras de mí.
—Qué arrogante…—Lucy sonrió.
—Lo sé, lo sé —repuso él riendo—. Y tuve mi merecido al darme cuenta de que tú eras la parte seria de esa relación. Con sólo mirar a Blair descubrí que era un mentiroso. Pero tú estabas ciega con él. Sabía que te alejaba de tu vida adulta y lo odié por eso, porque noté que eras distinta cuando él estaba presente. El reprimía tu personalidad natural; todas las cosas que me gustaban de ti.
—Estaba acostumbrada a quererlo. Era sólo un hábito —respondió Lucy.
—También me di cuenta de eso. Tenía que luchar contra las ilusiones de tu niñez, y ese era un adversario más fuerte que cualquier hombre. Sabía que tenía que romper ese hechizo mágico por las buenas o por las malas. Y elegí las malas. Yo despertaba tu sensualidad. Me odiabas por eso, pero nunca me rechazabas. Decidí que el sexo era el arma más poderosa, por eso lo usé contigo. Sabía que con el tiempo eso haría que me demostraras tu verdadera naturaleza.
—¡Mi amor, te debo tanto…!
—¡Oh, disfruté haciéndolo! —Randal le besó los ojos—. Me gustaba hacerte montar en cólera que pronto se convertía en deseo. ¡En especial en mi casa de Newmarket! Te llevé allí para provocarte y al salir estaba lleno de deseo. Entonces sabía que estaba ganando la batalla.
—¿Fue entonces cuando decidiste lo del matrimonio?
—Eso lo decidí desde antes, pero tu respuesta de ese día me dijo que estabas lista para enamorarte de mí. Decidí jugármela y obligarte a casarte de inmediato.
—Me alegro que lo hayas hecho.
—Yo también. Pensé también que eso haría que Blair se descuidara. Al verte casada con un hombre rico y tu padre con un trabajo seguro, no se preocupó por esconder su riqueza mal habida.
Lucy suspiró - Fue hasta que me hiciste el amor que me di cuenta que estaba enamorada de ti, que fui capaz de ver a Edward como es en realidad.
—¿Y eso fue en nuestra noche de bodas? —Randal inclinó la cabeza para besarla en la boca—. Mi amor, si lo hubiera sabido…
—Fue como la manera en que tú te enamoraste de mí. Empecé a darme cuenta que algo poderoso estaba pasando después que me hiciste el amor. Pero no fue hasta que estábamos en el Coliseo que me llegó con todo el impacto.
—¡Lo sabía! —dijo Randal—. ¡Sabía que algo importante sucedió en ese momento!
—Estaba tan perdida como para seguir mintiéndome a mí misma. Todo se volvió de cabeza y supe que estaba profundamente enamorada de ti.
Sus bocas se encontraron en un beso largo que empezó lento y sensual y luego se transformó en una pasión abrasadora que los dejó sin aliento.
—¡Oh, Dios! —repuso él con voz ronca—. Te amo… cariño…
—¡Randal! —los dedos de ella se metieron entre el cabello de él y levantó sus labios hambrientos hacia la boga de Randal—. Te amo… ¡hazme el amor!

No hay comentarios:

Publicar un comentario