miércoles, 11 de febrero de 2009

Charlene Sands - Contra toda lógica (EXTRACTOS)

Tenía que desahogarse. Ya había llorado en casa de Laura, pero tenía tanta angustia en su interior que no pudo controlarse.
Recordó cómo lloraba de pequeña. Las lágrimas habían sido entonces su único consuelo. Solía esconderse en algún rincón de la casa y llorar abrazada a su manta, intentando no hacer ruido para que su padre no pudiera oírla.
Sabía que así no solucionaba nada, pero no podía evitarlo.
Se limpió después la cara con las manos y con el pañuelo que Laura le había dado.
Escuchó entonces un fuerte portazo.
Clint entró en el vestíbulo y se quedó parado al verla. La miraba con desprecio.
—Te casaste con mi padre bajo falsas pretensiones. Por ley, no tienes ningún derecho a las propiedades del Grupo Hayworth. Ni siquiera puedes llevar ese apellido. Quiero que salgas del rancho inmediatamente. Tienes de plazo hasta mañana.
Se puso en pie al escuchar sus duras palabras.
—Tu padre le sabía. Le conté todo.
—¿Puedes probarlo?
—¿Es que no me crees? —preguntó indignada.
—¿Por qué iba a hacerlo? Has estado mintiéndome desde el día que te conocí.
—Clint, deja que te lo explique.
—No —replicó él mientras la fulminaba con la mirada y le hablaba con suma frialdad—. No soy un hombre viejo y enfermo como mi padre. Ahora sé muy bien quién eres y no me creeré ni una palabra que salga de tu boca.
Se acercó a ella hasta estar a poco centímetros de su cara.
—No me equivoqué contigo cuando te conocí. Eres una mujerzuela mentirosa y una forajida, igual que el hermano al que asesinaste.
Sus palabras la hirieron tanto que se echó hacia atrás y tuvo que agarrarse a la escalera para no caer.
—Has actuado tan bien que todos se han creído que eres una viuda afligida y triste.
—¡Te equivocas! Tu padre me importaba mucho. ¡Y tú también...!
—Engañaste a mi padre sin tener que acostarte con él. Conmigo no fue tan fácil y tuviste que entregarte a mí. Una y otra vez. Y, cariño, eres muy buena en la cama. Tanto que...
—¡Ya basta!
Tenía que hacerlo callar, ya había oído bastante. Clint le estaba haciendo mucho daño, pero ella ya no era una víctima. No iba a permitirle que la destrozara de esa manera.
—No digas nada más. Me iré, pero no porque tú quieras que me vaya. Me voy porque no podría soportar vivir contigo en esta casa ni un segundo más. Eres un hombre resentido y amargado, Clint Hayworth. Piensas que tú nunca cometes errores, pero acabas de cometer el peor error de toda tu vida.
Él la miró y se quedó callado unos segundos.
—Vete ya, Tess. Vete si no quieres que todo el pueblo sepa quién eres en realidad.
—¿Se lo dirías?
Clint asintió.
Levantó orgullosa la cabeza y subió las escaleras hasta su dormitorio. No quería mostrarse débil ni vulnerable frente a Clint, pero la herida que había abierto en su interior era incurable.


Clint ensilló a Medianoche y salió al galope de allí. Quería alejarse cuanto antes de Tess. Iba a montar hasta que tuviera que pasar la noche en una de las chozas para los pastores que había a decenas de millas de la casa. No quería volver allí hasta que no se hubiera ido la viuda de Doble Hache. Estaba deseando que llegara el nuevo día.
Había llegado a confiar en ella y a pensar que se había equivocado al juzgarla. Pero no era la mujer que decía ser y no iba a soportar más mentiras y engaños.
Se había enamorado y ella lo había traicionado.
Estaba furioso. No podía creer que lo hubiera engañado de nuevo.
Ella lo había manipulado. Había conseguido que cayera en sus redes con sus grandes ojos azules y su delicioso cuerpo. Había sido muy lista. Hasta había sacrificado con él su virginidad para conseguir sus objetivos.
Azuzó al caballo para galopar más deprisa. Se agachó sobre el cuello del animal. Estaba deseando que llegara la noche y pudiera dormir y olvidar todo lo que había pasado ese día.
Después de un tiempo, tiró de las riendas para ir algo más despacio y darle un respiro al caballo. Oyó algunos sonidos en la distancia. No eran búhos ni coyotes. Tampoco era el viento en las ramas. Desmontó y tiró de la yegua. Fue hacia donde procedía ese sonido sin hacer ruido. Llevaba una mano sobre el revólver y se encontró entonces con un hombre que estaba destruyendo una de las chozas con un hacha. A su lado había una pila de maderos que había sacado de la construcción, parecía estar listo para prenderles fuego.
—Así que eras tú... —le dijo mientras se acercaba por detrás al hombre.
Sonny se giró rápidamente. Aún llevaba el hacha en la mano y estaba sudando. Maldijo entre dientes y tiró la herramienta al suelo.
—No es lo que piensa, Clint.
—Lo he pillado, Sonny, no puede negar la evidencia. Ya tenía algunas sospechas, pero la verdad es que me costaba creer que estuviera destruyendo a propósito el rancho. Dígame la verdad, ¿ha estado detrás de todo lo que ha pasado?
Sonny asintió con la cabeza.
Estaba fuera de sí. No podía dejar de pensar en Tess. Podía haber muerto por culpa de ese hombre. Sabía que ya no debería importarle, pero no podía evitarlo.
Fue hacia él y le agarró del cuello de la camisa con las dos manos.
—¡Dejó a Tess en medio de los pastos para que se muriera!
—No, no. Eso no fue culpa mía. Fue un accidente. Estaba arreglando un alambrado cuando vi al lobo y le disparé. No sabía que el caballo la había tirado.
—¡No le creo!
—No quería que nadie sufriera con esto ni resultara herido. No arriesgaría la vida de esa joven por nada del mundo.
—¿Por qué no? ¿Es que ella también está detrás de todo esto?
—No, fue todo cosa mía —replicó Sonny—. Ella no tiene nada que ver.
Soltó al capataz. El hombre parecía muy cansado y asustado.
—¿Lo ha hecho por venganza? Mi padre no le dejó nada en el testamento, ¿ha sido por eso? ¿También usted lo odiaba?
—Nunca odié a su padre. Era mi mejor amigo. Crecimos juntos.
—Pero no le dejó nada.
—No, pero me pagó muy bien durante todos los años que estuve trabajando para él. Tan bien que mi señora y yo podremos comprarnos nuestro propio terreno en cuanto termine de cumplir el último deseo de Hoyt. Le di mi palabra de que llevaría esto a cabo.
—Estoy perdiendo la paciencia, Sonny. No quiero oír acertijos.
—Fue idea de su padre, Clint. Me lo pidió y no pude decirle que no.
—Puede que odie a mi padre, Sonny, pero ni siquiera yo me creo que le pidiera que saboteara el rancho. Amaba este sitio demasiado como para pedirle eso.
—Pero más lo amaba a usted.
Se quedó mirándolo sin entender nada.
Sonny se sentó en la pila de madera.
—Siéntese, Clint. Y no me mire así.
Hizo lo que le decía.
—Escuche. Su padre y yo discutimos mucho sobre la conveniencia de hacer algo así, pero Hoyt insistió. Me dijo que, si usted volvía, tenía que crear todo tipo de problemas en el rancho —explicó el capataz mientras se sacaba un arrugado papel del bolsillo—. Me dio está lista.
Tomó el papel que le ofrecía y empezó a leer el contenido.
—Hacer desaparecer herramientas. Quemar el cobertizo de los cereales. Hacer un agujero en el tanque de agua. Tirar algunas vallas. Conducir parte del ganado hacia el rancho de Granger Holloway...
No tenía que leer más. En esa lista estaban todas las cosas que habían estado pasando en el rancho durante las últimas semanas. Pero seguía sin entenderlo.
—¿Es que mi padre se volvió loco?
—Su padre estuvo consciente y cuerdo hasta el día de su muerte. Me indicó con detalle todo lo que tenía que hacer y en qué orden. Quería que empezara poco después de su fallecimiento para que no fuera obvio que tenía que ver con su llegada al rancho.
—Pero él no sabía si iba a aparecer por aquí...
—No podía estar seguro. Pero esperaba que apareciera.
Sacudió con incredulidad la cabeza.
—Lo hizo por usted. Sabía que éste era su hogar y que se sentía unido al rancho. Y también sabía que no intentaría verlo antes de que muriera. Hoyt quiso contactar con usted varias veces, pero no tuvo suerte.
—Eso lo sé. Lo que no entiendo es por qué quería que usted hiciera todo esto. Aún no me lo creo del todo...
—Es la verdad, Clint. Siempre he sido leal al rancho. Hoyt sabía que sería duro para mí, pero tenía que cumplir su último deseo. Le debía mucho.
—¿Su último deseo era sabotear su propio rancho?
—No, su último deseo era tenerlo a usted aquí.
—¿Tenerme aquí? —repitió atónito.
—Sabía que no se iría mientras hubiera problemas en el rancho. Quería que volviera a sentirse unido a este sitio y recordara que es su hogar. Quería que el Doble Hache fuera para usted. Hoyt pensaba que se lo debía.
Cada vez estaba más furioso.
—Mi padre destruyó su propia familia. Y todo por este rancho. Hizo mucho daño a mi madre, le rompió el corazón y provocó con sus actos que me fuera de aquí...
—Todo lo que me pidió que hiciera lo hizo por usted, Clint. A su manera, quiere que sepa cuánto significaba para él.
—¡Maldito canalla!
—Puede que lo fuera. Pero lo quería. Por eso le dejó sólo la mitad del rancho. Confiaba en Tess y sabía que nunca dejaría que usted vendiera su propiedad. Le pidió que se lo prometiera y ella ha mantenido su palabra.
—No debería haberle confiado nada. Esa mujer es una mentirosa y una estafadora.
Ya se había hecho de noche y las temperaturas habían bajado mucho, pero él seguía encendido por dentro.
—Conozco su pasado, Clint —comentó Sonny mientras se rascaba la cabeza—. Hoyt me lo contó. La quería y confiaba en ella, incluso después de que supiera que había llegado al rancho fingiendo ser otra persona. Entendió muy bien sus motivos y la aceptó.
—Entonces, supongo que al menos esa parte de la historia es verdad.
—Y hay más...
—Creo que ya he oído suficiente.
—Pensaba que Tess era la mujer perfecta.
Se echó a reír al oír las palabras de Sonny.
—La mujer perfecta para usted.
—¿Para mí?
—Sí, para usted. Le tenía mucho afecto y quería mantenerla en el rancho. Creo que ésa fue en parte la razón por la que se casó con ella. Hoyt quería proporcionarle estabilidad, pero su padre siempre me decía que Tess podría llegar a ser su media naranja, Clint.
Eso fue la gota que colmó el vaso de su paciencia. Estaba fuera de control.
—¡Maldito sea! —exclamó—. ¡Maldito sea ese hombre! ¡Ha encontrado la manera de manipularme incluso desde la tumba! ¡Ni su muerte lo detuvo a la hora de conseguir lo que quería! ¡He estado a punto de caer en su trampa!
—Tener a una buena mujer como Tess y poder dirigir un rancho como el Doble Hache no me parece ninguna trampa, chico. Piense bien en ello —le dijo Sonny mientras se levantaba—. Yo ya he terminado aquí. Ya he cumplido mi promesa, ahora depende de usted.
El capataz fue hasta su caballo, pero se giró antes de montarlo.
—Acepte el consejo de este viejo, Clint. No deje que el orgullo y la cabezonería destrocen lo que quiere de verdad. Usted y esa joven están predestinados. Además, todo el mundo se merece una segunda oportunidad en la vida.
—¿Cree que Tess se merece esa oportunidad?
—Por Dios, chico, no estaba hablando de Tess. Hablaba de usted.
Sonny montó su caballo y se alejó de allí.
Tomó uno de los leños del montón y lo tiró al aire con todas sus fuerzas. Se sentía muy frustrado y tenía que sacar esa furia de su cuerpo.
Después sacó unas mantas de las alforjas y se dispuso a prepararse para pasar allí la noche.
Estaba demasiado disgustado como para comer nada antes de acostarse. No podía creerse que su padre hubiera conseguido tener la última palabra.
Una vez más.


Clint se despidió con un gesto y cerró la puerta.
No pasó ni un minuto cuando hubo otro golpe en la puerta.
—Sonny, ¿es usted de nuevo? —preguntó mientras la abría.
Pero no era Sonny.
Era Tess.
Estaba en el porche con la cabeza bien alta y la bolsa de viaje en la mano. Llevaba el pelo suelto sobre los hombros y un vestido de seda que resaltaba el intenso azul de sus ojos.
No había visto nada más bonito en toda su vida.
Algo se derritió en su interior. Después sintió que todo volvía a su sitio y que por fin estaba en paz consigo mismo.
Era la primera vez en su vida que sabía de verdad qué era lo que quería.
—Escúchame bien, Clint Hayworth. No me importa lo que pienses de mí, pero éste también es mi hogar. Éste es mi sitio. Amo el rancho y no voy a marcharme de nuevo. ¡Si quieres que salga de aquí, tendrás que levantarme y sacarme de aquí tú mismo, porque yo no voy a irme!
—¿De verdad? —le preguntó Clint.
Algunos trabajadores del rancho observaban con interés la escena.
—¡Sí!
—Muy bien...
Se acercó a ella y la levantó en volandas. Le encantó sentirla de nuevo entre sus brazos. Apoyó el cuerpo de Tess en uno de sus hombros, sujetándola justo por debajo de su trasero.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —gritó ella mientras pataleaba en el aire.
—No te muevas —le ordenó.
Los mozos sonreían abiertamente. Parecían aprobar lo que estaba pasando delante de sus narices.
—Estoy haciendo lo que debería haber hecho hace semanas —añadió él mientras subía de dos en dos las escaleras.
Tess pareció tranquilizarse un poco.
—¿De qué hablas? —preguntó algo más tranquila.
Entró en su dormitorio y la dejó en la cama. Después la miró con intensidad a los ojos.
—Te he echado de menos, Tess.
—Theresa —lo corrigió ella.
—Para mí siempre serás Tess, cariño.
—¿Qué significa eso, Clint? No me gustan los acertijos. Pensé que ibas a echarme del rancho.
—¿Por qué iba a hacerlo?
Ella lo miró con los ojos entrecerrados y actitud amenazante. No parecía gustarle que le estuviera tomando el pelo.
—De acuerdo, lo admito. Me equivoqué contigo. Contigo y con todo.
Tess se levantó de la cama. No le gustó que lo hiciera, pero estaba convencido de que conseguiría tenerla allí muy pronto. Y de forma permanente.
—¿Qué quieres decir? ¿Es que ya no vas a intentar comprarme mi parte del rancho?
Se rascó la barbilla despacio, fingiendo estar muy pensativo.
—Bueno. Eso depende...
—¿De qué?
—De si te casas conmigo o no.
—¿Qué?
—Te amo, Tess. Mi padre tenía razón. Eres la mujer perfecta para mí y éste es tu hogar. He tardado bastante en darme cuenta de ello. No podía creer que me hubiera manipulado de esta manera desde su tumba, pero la verdad es que ya nada de eso me importa. Cuando te vi hace un momento en el porche, mirándome, me di cuenta de que los dos tenemos que estar aquí y dirigir juntos el rancho. Cásate conmigo, Tess. Conviértete en mi esposa.
A Tess se le llenaron los ojos de lágrimas y no pudo evitar que se derramaran por sus mejillas.
—¿Podrías repetir todo eso, Clint? Sólo he entendido que me querías. Después ya no he podido oír nada nías...
Sonrió y se acercó a ella.
—¿Me quieres, Tess?
—Sí. Te amo, Clint.
Le secó con suavidad las mejillas.
—No llores, cariño.
—Pero es que... Esto... No me esperaba esto.
La abrazó con ternura.
—Yo tampoco. No era mi idea enamorarme de ti cuando volví al rancho. Tampoco pensé que iba a encontrarte viviendo aquí. Tenía en mi cabeza la imagen de una viuda avariciosa que quería arrebatarme mi mitad del rancho. No te di una oportunidad...
—No, cariño, no lo hiciste. Y yo no podía romper la promesa que le hice a tu padre.
—Has tenido una vida muy dura, Tess. Y yo no te lo puse nada fácil. Pero, a pesar de lo enfadado que estaba, nunca dejé de admirar la manera en la que te aferrabas a tu promesa.
—Entonces, ¿has perdonado a tu padre?
—Aún no. Pero voy a intentarlo, Tess. Eso es todo lo que puedo ofrecerte ahora mismo.
Tess le acarició con ternura la cara.
—No pido nada más...
La abrazó con cariño y la besó. No podía dejar de decirle cuánto la amaba.
—Te resarciré, Tess. Quiero que se desvanezca todo el sufrimiento que ha habido en tu vida.
Tess sonrió dulcemente.
—Siempre supe que eras un buen hombre.
—Gracias por no compararme con mi padre...
—No, nunca lo haría. Sois distintos y nunca he querido a nadie como te amo a ti.
—Vamos a ser muy felices en el rancho.
—Y yo tendré tus hijos —le dijo Tess.
Pero se detuvo al instante y lo miró asustada.
—Porque quieres tener hijos, ¿verdad? —preguntó ella con algo de inseguridad.
Se le vino de nuevo a la cabeza la imagen de Tess sosteniendo a Abigail Larson en sus brazos. No podía creerse que fuera a verla un día acunando con esa ternura a su propio hijo.
—Sí, tendremos niños. Y cuanto antes mejor, cariño.

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