jueves, 29 de enero de 2009

Miranda Lee - El otro (extracto)

—Eso no es verdad —replicó Jason—. No es verdad —repitió. Sintió una punzada en su corazón—. Yo te amo, Emma. Te amo con todo mi corazón. Yo no me he casado contigo por dinero. Yo me enterado de lo de la herencia por él. Cree que todos estamos cortados por el mismo rasero. No se puede imaginar que yo me haya enamorado de ti. Pero soy yo el que no me puedo imaginar no amarte. No puedo imaginarme una vida sin ti.
Jason sabía que su declaración de amor no estaba causando una gran impresión. Estaba cansado y derrotado. Por la forma en que lo estaba mirando, pensó que estaba perdiendo el tiempo.
—No puedo pedirte que me quieras —continuó diciéndole, casi por desesperación, sin esperanza alguna—. No puedo obligarte a que vengas a casa conmigo. No puedo impedir que te alejes de este... ser. Lo único que puedo hacer es apelar a tu sentido común. Y sé que lo tienes. Piensa un poco, Emma, y después juzga. El hombre se conoce por sus acciones, no por sus palabras. ¿Habría actuado como he actuado estas últimas semanas si no hubiera sido por celos? ¿Habría actuado Ratchitt como ha actuado, olvidándose de ti un año, si realmente hubiera estado enamorado?
No dijo una palabra, sólo continuó mirándolo.
—Eso es todo lo que tengo que decir. Es lo único que puedo decir. Me voy a casa. Te esperaré hasta mañana. Si no vuelves, no me quedaré en Tindley. No podría soportarlo. Puedes divorciarte cuando quieras y marcharte con él, si es lo que quieres. No me interpondré en tu camino. Pero que Dios se apiade de ti, si ése es el camino que eliges, Emma, porque te destrozará.
—No le escuches, Emma. Él es el que te destrozará. Es diabólico. E inteligente. Más inteligente que yo. Yo no tengo el poder que tiene él con las palabras. Ni tampoco su educación. Lo único que tengo es mi corazón. Siéntelo, Emma —le agarró una mano y se la puso en su pecho—. Está latiendo por ti. Ya sé que te hice sufrir hace un año. Me equivoqué. Lo único que puedo decir es que me encontraba solo y esa chica me acosó. Pero eso no es amor, Emma. Tú te has acostado con este hombre. Has hecho el amor con él. Pero eso no es amor. Eso no viene del corazón. Cuando tú y yo estemos juntos, entonces, sabrás lo que es amor. Será increíble, princesa. Te lo prometo...
Emma se quedó mirando sus ojos negros penetrantes como si estuviera hipnotizada, incapaz de romper el hechizo que provocaba en ella sus palabras y su presencia. Jason no pudo soportar más aquella escena. Tenía el corazón roto.
Se dio media vuelta y se marchó. No supo siquiera cómo llegó a su casa.
El doctor se había marchado, gracias a Dios. No quería que otro hombre viera las lágrimas que caían por sus mejillas. Entró en el salón y se quedó sentado en la oscuridad mirando a la nada, llorando. Se quedó esperando a Emma, confiando en que volviera.
¿Cómo no podía ver la verdad? ¿Cómo se podía dejar engañar por un tipo así?
Era fácil, aceptó Jason. A él le había pasado lo mismo con Adele. Tanto Ratchitt como Adele atraían físicamente y no les interesaba nada más. Los dos eran inteligentes. Los dos hacían cosas que los demás no se atrevían a hacer. Los dos corrompían. Los dos seducían y tergiversaban las cosas.
Jason pensó en Emma y, en ese momento, se dio cuenta de que no se podía quedar sentado sin hacer nada. Pero, ¿qué podía hacer? ¿Matar a ese tipo?
En otros tiempos podía haberla raptado y habérsela llevado de aquel pueblo. Pero en aquella época lo meterían en la cárcel. ¿No sería la cárcel algo mejor que la agonía de no hacer nada para salvarla de un destino peor que la muerte?
Estaba sentado, todavía pensando en asesinatos y raptos, cuando oyó el sonido de la puerta de la calle.
Jason apretó los puños. Prefirió no hacerse ilusiones. ¿Y si se había equivocado? ¿Y si iba sólo para recoger algo de ropa? ¿Y si no era Emma?
Se quedó sentado inmóvil, como una piedra.
—¿Jason? —lo llamó con voz suave—. ¿Dónde estás?
No respondió. No podía.
La escuchó subir las escaleras y llamarlo.
—¿Dónde estás, Jason? —gritó ella con tono de desesperación.
—Estoy aquí —le dijo al fin, con voz vacía y hueca.
Emma encendió la luz y se quedó en la puerta mirándolo. No sabía qué aspecto tenía, pero debía tenerlo bastante malo a juzgar por la expresión que puso ella.
—Oh, Jason —exclamó ella. Se agachó y se puso al lado del sillón—. Lo siento —le dijo con los ojos arrasados de lágrimas—. De verdad que lo siento...
¿Qué sentía? ¿El que lo iba a dejar?
Eso tenía que ser. Había tardado mucho en ir a casa, si es que no se iba a ir. Era una agonía pensar en todo lo que Ratchitt y ella habrían estado haciendo durante todo ese tiempo.
—Recoge lo que hayas venido a buscar y vete —le dijo. Si era tan tonta de querer a Ratchitt, era lo mejor.
—He venido a quedarme contigo, Jason —le respondió. Estiró su mano y se la puso donde el perro le había mordido.
Jason apartó el brazo, en parte por dolor.
—¿Qué te ha pasado en el brazo? —le preguntó—. ¡Enséñamelo! —le subió la manga de la camisa. Se quedó boquiabierta.
—Oh Jason...
—No es nada —le dijo.
Se miraron, pero él todavía no se creía lo que le había dicho.
—¿De verdad te vas a quedar conmigo?
Ella asintió. Las lágrimas le corrían por las mejillas.
—¿Y Ratchitt?
—No quiero saber nada de él.
—No quieres saber nada de él.
—Ya no estoy enamorada de él, Jason. Ni siquiera lo quiero.
—¿No?
—No. Estoy segura. Bastante segura.
No sabía qué responder, tan embargado por la emoción como estaba.
—Lo que dijiste de que estabas enamorado de mí, ¿lo dijiste de verdad?
—Sí —fue lo único que pudo responder. Se sintió más aliviado, pero muy agotado.
—Sabía que no podías mentir en algo así. Tú no —le agarró del brazo bueno y lo intentó levantar.


—¿Qué es lo que intentas decirme, Emma?
—Que estoy enamorada de ti, Jason.
Tragó saliva un par de veces.
—No me digas eso si de verdad no lo sientes...
—Lo digo de todo corazón, cariño.
Sólo los labios de ella impidieron que él respondiera. Se estuvieron besando y sus cuerpos se fundieron para satisfacer la necesidad que sentían el uno por el otro. Después se quedaron abrazados, sin decir una sola palabra.
Jason ya no sentía dolor alguno. Emma estaba enamorada de él.
—¿Cuándo te has dado cuenta de que estabas enamorada de mí? —le preguntó al cabo de un rato.
—Después de lo de Adele —le respondió—. Pero no estuve segura hasta anoche.
—¿En qué momento?
—No lo sé muy bien. Anoche estaba aturdida. Para serte sincera, tu declaración de amor me sorprendió. Todo me pareció irreal...
—¿Irreal?
—Tú no sabes la impresión que causas en los demás, Jason. La primera vez que viniste a visitar a la tía Ivy te miré y me quedé boquiabierta.
—¡Pues yo no me di cuenta de que me miraste!
—Pues te miré. Y después, me quedé pensando en ti. Pero te veía algo así como a una estrella del cine. Alguien inaccesible. Y después esperaba tus visitas con ansiedad. Me preguntaba qué hacía alguien como tú en este pueblo, vestido de forma tan elegante. Me preguntaba con qué tipo de mujer te ibas a casar. Por eso me quedé sorprendida cuando me pediste que me casara contigo. No pensaba que yo encajara con la imagen de la mujer que yo imaginaba para ti... Pero Adele sí... —continuó diciendo—. Era la imagen perfecta. Aquel fin de semana no sé cómo logré sobrevivir. Estaba deseando hacer el amor contigo, te echaba mucho de menos y, de repente, vino aquella mujer a mi tienda y me dijo que habíais pasado todo el fin de semana juntos. Cuando se marchó, estuve a punto de romper todo lo que encontraba a mi paso. Estaba celosa. No veía las cosas con claridad. Lo único que pude hacer fue llorar y llorar. En ese momento, fue cuando me di cuenta de mis sentimientos por ti.
—A mí también me pasó lo mismo —le respondió Jason—. El pánico que sentí al enterarme de que Adele había estado contigo fue increíble. En aquel momento, tenía que haberme dado cuenta de mis sentimientos por ti. Pero no me di cuenta hasta que no te vi en la iglesia el día de la boda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario